Montmeló se volvió a llenar ayer hasta la bandera. Cuando volvía de Santa Perpetua de Mogoda, un pueblo del área metropolitana de Barcelona, coincidí en la autopista con los miles de alonsomaníacos que tornaban de la Fórmula 1. Como cada año en estas circunstancias, aerotaxis (helicópteros) iban y venían del circuito al aeropuerto del Prat. Mientras nos sobrevolaban, ignorantes a las hormiguitas que abajo trajinábamos, me preguntaba quiénes viajaban en los aparatos.
Bueno me preguntaba… Políticos, monarcas, jeques, empresarios, en fin, ricachos. La mayoría no pisa Barcelona para nada. Aterrizan en su jet privado, alquilan un taxi volador, pasean su palmito por boxes y salas vips y vuelven a Nueva York o Nueva Delhi, desde donde hayan venido. La mayoría tampoco viene a ver las carreras, sino a dejarse ver en un circo indispensable para inflar vanidad y ornamentar sus relaciones sociales.
Mientras tanto, el populacho conseguimos sobrevivir año tras año. Me pregunto (aunque tampoco esta vez me pregunte) cómo es posible que la plebe continúe vivita y coleando. Fácil, hay que pagar el queroseno de los aerotaxis y el circo romano -ora americano- con sus leones y cristianos. Pero no sólo eso. Hay que mantener por esas altitudes a los patricios. Sin la plebe que los sostiene en el aire caerían de forma fulminante.
Poco ha cambiado. La plebe continúa teniendo la fuerza. Pero no lo sabe o no la usa. De ella se ha aprovechado en algún momento de la Historia algún listo (la burguesía en la Revolución Francesa, por ejemplo). Y luego dicen que las revoluciones causan muertos. ¿Y las democracias? ¿No matan a millones? Democracia no es sinónimo de bondad, ni mucho menos. Nosotros buenos, ellos malos… ¡y un jamón! ¿No hay vía de escape? ¿El sistema de 1984 ha arribado? ¿Sólo nos queda la resignación?
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Hace 1 año
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