El pasado sábado, el Mundo publicaba este titular en el interior del rotativo: “El PP dice que el viaje de De la Vega costó más que la ayuda a Mozambique”. En su interior, el secretario de Relaciones Internacionales del Partido Popular, Jorge Moragas, se pregunta si vale la pena hacer estos viajes si cuestan más que las ayudas que iban a donar a Mozambique.
La verdad es que tiene razón. Pero la duda de Moragas debe extenderse al resto de las actividades de todos los políticos. Porque aunque tenga razón en sus afirmaciones, hay que recordar que de estos gastos excesivos no están exentos el resto de partidos.
Cualquier reunión de estado, cumbre o encuentro bilateral cuesta mucho al erario. Seguramente, con el dinero de las cumbres internacionales sobre el hambre, la pobreza o el desarrollo se podría paliar gran parte del problema por el que los políticos se han congregado.
Entreveo, sin embargo, que la susodicha noticia insinúa otra cosa. Tales como: ¡Qué gobierno tenemos! O incluso, ¡vaya unos despilfarradores!, o ¡qué ladrones! Pero se olvida de mencionar que las facturas exorbitadas son común denominador en la esfera política.
Pese esta puntualización no quiero quitar importancia al hecho denunciado por Moragas; ya que como muestra un botón. Como propone, estaría acertado juzgar de antemano este tipo de encuentros o viajes, pero no sólo en el PSOE o demás partidos, también en las citas o viajes de sus correligionarios.
Me quedo con el presidente de la comunidad de Cantabria, que hace sus viajes oficiales sin guardaespaldas ni séquito alguno, y que se ha presentado en muchos lugares, la Zarzuela sin ir más lejos, en taxi.
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Hace 1 año
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