miércoles, marzo 29, 2006

El trabajo es salud

Esta frase, catapultada a la categoría de máxima por la tradición, me lleva a pensar dos cosas. Primera, que fue lanzada al pueblo como medida para mantener la riqueza de los poderosos (en este sentido, sería similar a la de te ganarás el pan con el sudor de tu frente). Segunda, que, efectivamente, las personas que no trabajan pueden padecer algún tipo de trastorno, en especial, mental*.

En nuestra sociedad, sustentada por el consumo, se necesita dinero para vivir. Y la mayoría de personas necesitamos trabajar para conseguirlo. Mientras trabajamos, mantenemos la cabeza ocupada en los asuntos del trabajo; y cuando no trabajamos, y si logramos desconectar y no estar las 24 horas del día trabajando, encauzamos los pensamientos hacia las actividades o inactividades que hacemos en nuestro tiempo libre.

El problema viene cuando un trabajador pierde su empleo y gana un monto de tiempo libre que no sabe bien cómo rellenar. Entonces, empieza a pensar y surgen los problemas. No estamos acostumbrados a pensar más allá de lo rutinario. Y no nos conocemos. En estas reflexiones, la persona puede escudriñarse como nunca antes lo había hecho y asustarse. Descender hasta valles estrechos y agrestes de la mente y descubrir su maldad, por ejemplo, o hacerse preguntas evitadas durante mucho tiempo.

Descender sin experiencia por estos lares puede abocar a más de uno a situaciones desesperadas**, bien por no saber retornar a la superficie, o bien por no acostumbrarse a convivir con sus demonios, los que halla agazapados por esos valles.

(*) Sin embargo, trabajar mata. Así lo demuestran las estadísticas. En 2006, sólo el sector de la construcción acabó con la vida de 308 personas, 45 más que el año anterior, en ¿accidentes? laborales.
(**) La desesperación también sobreviene, evidentemente, cuando tienes bocas que alimentar y cuidar.

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