Desde hace unos meses en los medios e, incluso años, en otros ámbitos, intelectuales y científicos se hacen eco de unas señales que, según afirman, indican con claridad que el inicio del fin de la hegemonía estadounidense en el mundo ha empezado. Muchos señalan que China y sus vecinos relevaran a Estados Unidos en su papel de todopoderoso del planeta.
Antes de dar por sentado este escenario conviene cuestionarse una serie de preguntas. Primera y más importante, puesto que de ella se derivan muchas de las dudas posteriores: ¿Realmente Estados Unidos pierde fuelle? Segunda, ¿se postulan los estados del lejano oriente como los que recogen el testigo norteamericano? Tercero, ¿se repetirá la Historia, es decir, países fuertes versus débiles? Cuarto, ¿acaso se puede aprovechar ese hipotético cambio de riendas en el mundo para reflexionar sobre el camino de la humanidad? Quinto, ¿qué actitud mostrar y qué aportar quienes pintan poco en todo ello, por ejemplo, Europa? De entrada, observar que si la respuesta a la primera cuestión es negativa, el resto de preguntas casi no proceden y que la segunda cuestión va unida de forma inextricable a la primera. Detengámonos en ambas.
Debacle americano y auge chino
Como he dicho, muchos analistas coinciden en que a Estados Unidos se le acaba el tiempo. Argumentan que el crecimiento económico y demográfico de China y la India es imparable. Tal evidencia -siempre según esas fuentes- es relativamente reciente, pero hay otras que se han manifestado desde hace mucho tiempo. Así, algún historiador ha dicho que, de hecho, China siempre ha sido la potencia mundial y que, de forma excepcional, en los últimos dos cientos años ha sufrido un frenazo en su desarrollo, pero que sólo es cuestión de tiempo que recupere el trono usurpado por occidente. Aunque esto es hacer historia-ficción, si no fuera -he llegado a leer en una revista de Historia- porque en el siglo SXV un emperador de aquel país decidió replegarse a tierra continental, ahora el chino-mandarín sería la lengua oficial en el mundo y no el inglés. En contra de este crecimiento inaudito de China y la India hay quien sostiene que soportan altísimos índices de pobreza entre sus respectivas poblaciones como para que puedan levantar un vuelo desde donde ejercer su dominio a escala planetaria. No obstante, hace poco La Vanguardia publicaba un reportaje sobre las ingentes deudas norteamericanas para con sus creditores chinos.
También se oyen otros síntomas. El anuncio de la más que probable recesión norteamericana no ha hecho más que reavivar el debate sobre la menguante vitalidad del capitalismo, en beneficio de China y en perjuicio de los países occidentales capitaneados por Estados Unidos. Los frentes en Iraq y en Afganistán añaden todavía más leña a un fuego cuyas pavesas chamuscan poco a poco occidente y países musulmanes que el terrorismo internacional considera que colaboran con el Imperio. No es este un problema baladí. Si no es en Barcelona, es en Bilbao o Bruselas. En dos semanas se han desbaratado al menos dos planes inminentes para atacar objetivos occidentales por parte de yihaidistas. Estos frentes y combates cuestan dinero a las arcas occidental, en general, y estadounidense, en particular. Esta guerra de desgaste tiene que haber sido muy bien planificada por sus ideólogos.
Hubo un tiempo en que me preguntaba si a Estados Unidos no le convendría todo este mejunje para mantener su poder. Hoy lo afirmo. No digo que la administración Bush ejecutara los atentados en las Torres Gemelas, y aunque sin embargo hay precedentes (Maine o Pearl Harbour) que harían sospechosa esta posibilidad, abogo porque han aprovechado la ocasión para reformar a sus necesidades y semejanza todo el Creciente Fértil. Si Washington tiene un enemigo peligroso que medra en Oriente Próximo y Medio, tiene a la vez una magnífica oportunidad para meter la nariz y algo más en todo ese vasto territorio rico en petróleo y gas. De rebote, siembra de bases militares todo el cinturón asiático hasta acercarse y estrangular (a lo guerra fría), junto a Japón y Australia, a China, el único estado que según todos no sólo es capaz sino que le va arrebatar el poder. Por otro lado, no olvidemos que la estrategia de la administración Bush con respecto al tablero internacional fue meridiana desde muy al principio de su primer mandato: EUA no aceptaría bajo ningún concepto que nadie se acercara a su poder y lo impediría con cualquier medio. Fue un toque de alerta en toda regla a su más cercano rival, aunque en ningún momento desde Washington se haya insinuado nunca rivalidad por el primer puesto o posibilidad de choque con el país asiático (salvo cuestiones puntuales como Taiwan o derechos humanos, y siempre con tono moderado).
Por último, hay un síntoma, a mi juicio, decisivo. Parece que la cuestión del liderazgo mundial estadounidense ha calado entre los ciudadanos del país anglosajón. Recientemente, el diario que antes he mencionado reflejaba la preocupación de los norteamericanos por la pérdida de poder en el mundo. Nunca antes se había notado tal desencanto. El norteamericano proclamaba ufano su identidad y origen. Ahora, esto ya no es tan común. La moral entre los estadounidenses está tocada. No sé si hundida, pero perder el vigor y sostén del pueblo es fatal para cualquier régimen porque tarde o temprano caerán sus gobernantes, y cabría ver si el sistema. En la campaña de las primarias demócratas, el famoso lema Yes, we can de Obama se aprovecha precisamente de la necesidad que buscan muchos norteamericanos de ese aire fresco (por cierto, interesan más en España la primarias yanquis que las generales nuestras, con los debates televisivos que sólo interesan a las cadenas se ha intentado frenar esa tendencia). Pero, evidentemente, no me estoy refiriendo aquí al fin de una administración sino a la debacle de una potencia.
Hasta aquí he tratado de esbozar un diagnóstico de lo que, a juzgar por la información recibida de los medios, ocurre. Concluyo que Estados Unidos pierde empuje, pero no de forma inminente ni catastrófica aunque sí inevitable y paulatina. Ante este escenario, y entramos en la tercera y cuarta pregunta, qué hará EUA, qué hará el Lejano Oriente y qué deberían hacer ambos. En resumen, qué ocurrirá y qué debería ocurrir (realismo vs idealismo).
Guerras
Pongámonos a contemplar la situación desde un punto de vista maquiavélico, ¿qué puede hacer EUA para no pagar a sus creditores chinos si aún conserva supremacía militar? Atacar desde diversos flancos es una posibilidad que ya está ocurriendo: control de fuentes energéticas (¿Por qué, si no, Pequín busca petróleo en Sudán?), apoyo sistemático a Taiwan y despliegue de bases alrededor de la potencia enemiga como ya hiciera contra la URSS. ¿Por qué -como han dicho en algún medio- China explota misiles en el espacio y los convierte en chatarra, si no para que exista la posibilidad de que sus restos impacten e inutilicen satélites norteamericanos? El espacio será y es un enclave capital para mantener la supremacía (recordar el reciente episodio estratégico de EUA a lo Guerra de las Galaxias Reaganiano). A pesar de que Estados Unidos considera a Asia -y con razón- un mercado enorme para continuar creciendo, no pueden descartarse intervenciones militares puntuales con la finalidad de mermar el auge de la región. Es más, no se debe descartar la intervención militar directa contra China si alguna vez EUA se viera amenazado de forma directa. Y recordemos que, por más que la debacle sea inevitable, la superioridad militar y tecnológica yanqui continúa siendo asfixiante para China. Si no recuerdo mal, en los momentos de máxima tensión y desarrollo armamentístico atómico en la Guerra Fría, mientras que ambos bloques disponían cada uno de unas 12.000 cabezas nucleares, China poseía unas 400, una cantidad nada despreciable que, por otro lado, aunque seguro que se ha incrementado, no hace sombra al arsenal estadounidense.
Si se observa la Historia también se comprueba que raras veces ha habido cambios bruscos de poder o de fronteras sin conflictos sangrientos. Quizás Europa, cediendo sus miembros algo de soberanía a la Unión, haya sido una de las escasas excepciones que confirman la regla. Así que, en principio, las guerras no se pueden descartar, es más, se tendrá que contar con ellas. Ahora bien, a China, hoy por hoy, le interesa la calma para desarrollarse. Confío en que por lo pronto éste sea el parapeto a una gran conflagración. Sin embargo, no hay que agarrarse a un clavo ardiendo porque si Estados Unidos viera acercarse de forma peligrosa al gigante asiático no dudaría en lanzar una ofensiva ahora que aún puede. (No es una hipótesis, recordemos que es parte del plan de la geoestrategia norteamericana, a menos que el nuevo mandamás cambie el rumbo, cosa que si hace será sólo para disfrazarlo de cordero). La mejor defensa es un buen ataque, se suele decir.
(Y no me olvido del terrorismo islamista, que también esquilma las fuerzas estadounidenses. Aunque, a mi juicio, EUA pretendió usar el terrorismo islamista como cortina de humo para ocultar su principal preocupación, la pérdida del trono del mundo, éste no es una invención. Amenazaron a Londres y cumplieron. Han amenazado a Roma y cumplirán. Tocaron Nueva York, el símbolo por excelencia del capitalismo y al que nunca antes nadie había podido ni rozar. Toda una demostración de determinación. A pesar de los pesares, para Estados Unidos el terrorismo internacional no supuso de entrada su principal enemigo, aunque ahora les esté dando -y a Occidente- mayores dolores de cabeza de los que esperaban antes de invadir Afganistán e Irak, y destruir a los integristas se haya convertido en su meta a corto y medio plazo. No justifico las acciones de los terroristas -como tampoco las de las potencias occidentales con sus recientes invasiones, su historia colonial y su prepotencia e influencia en un mundo del cual, recordemos, está perdiendo las riendas-, sino sólo subrayar que la detentación de poder y reparto de riquezas causa las disputas, tanto con China como con quienes dicen hablar en nombre del Islam.)
El espacio
¿Ha evolucionado la humanidad?, y entramos de pleno en la cuarta y quinta pregunta o en el qué debería ocurrir. A grandes rasgos, el mundo es como es por Europa. Los estados existen tal y como los conocemos por Europa. Las guerras también. Si Europa debe algo al mundo, esto es demostrar que hay otras vías y hacer ver que las guerras no nos han conducido a nada. Como un imperativo categórico que diría Kant, y con la vitalidad que nos insufló Nietszche, Europa tiene ahora la oportunidad de pergeñar nuevos horizontes, mostrar otro rumbo. Justificar guerras y conflictos mediante ideas tales como que la humanidad ha evolucionado pero lo ha hecho a diferentes ritmos según los países, equivale a una inteligencia cuyo fin busca la ambición de poder. Las guerras deben acabarse ahora.
Hoy día las armas han multiplicado su poder destructivo por millones. Tenemos la capacidad de destruir nuestra especie y de dejar prácticamente deshabitado el planeta. Tenemos pobreza, enfermedad, hambre, refugiados, contaminación (éstas ya son más que suficientes guerras) y tenemos medios para acabar con todo ello y revertir las ganancias en una nueva misión. Posiblemente, no haya un sentido como siglo tras siglo han predicado las diferentes religiones. Ahora bien, la ciencia actual ha demostrado que los seres vivos han evolucionado desde organismos simples a otros más complejos y que en este periplo han pasado de crecer en un medio líquido a medrar en uno terrestre, que precisamente le ha reportado cambios que les han permitido desarrollar una especie supuestamente inteligente o, al menos en apariencia, más inteligente que las de su entorno.
Como ya he dicho otras veces, la evolución nunca se detiene. Miles de especies aparecen y desaparecen en un año en nuestro planeta. Durante millones de años se desarrollan en la biosfera para luego extinguirse o bien desintegrarse en especies descendientes. La vida bulle en la Tierra como el agua hierve en un cazo al fuego. Desde arriba se observa con claridad que, por un lado, la vida intenta cubrir todos los resquicios del mercado biótico y por otro, abandonar el nido y conquistar el nuevo medio: el de gravedad cero. Resulta que, hasta ahora, tan sólo nuestra especie tiene esta posibilidad. Los gobiernos del mundo deberían darse cuenta, en especial, las potencias, las salientes y las emergentes. ¿O lo que se quiere es repetir la Historia, guerras y más guerras, hasta que tengamos la posibilidad de destruirnos, como ya ocurre? Entonces, tan sólo será (es) cuestión de tiempo, de probabilidades.
La Unión europea ejemplariza cómo un campo de batalla histórico se ha transformado en un lugar de convivencia, crecimiento y paz durante más de 50 años. Tampoco hay que ser ingenuo y olvidar que en muchos aspectos Europa continúa siendo una potencia postcolonial y que debería predicar más que con la palabra con el ejemplo, pues todo indica que si Europa tuviera el suficiente poderío militar no hablaría tanto y actuaría más, no en beneficio de la humanidad sino propio (recordemos que, en parte, el mundo es como es por Europa y que EUA, con sus virtudes y defectos, no es más que una desgajo de ésta). Todo país debe estar en guardia para con sus anhelos de predominio sobre el resto y velar por el respeto entre identidades y el trato de igual a igual (recordar siempre lo raro que es estar vivos). En caso de que ambas potencias buscaran pretextos para enfrentarse, el resto de países debieran recordarles que no son más que pretextos para acumular más poder. Si continúan por esta vía, China debería darse cuenta de que, al igual que todas las naciones a lo largo de la Historia han conquistado el trono y lo han perdido, ella no será una excepción, como no lo va a ser EUA. Y que es probable que, quizás, después de un enfrentamiento entre ambas superpotencias, no quede pastel a repartir o usurpar.
En resumen, ¿qué quiere la Humanidad? Si lo que desea es continuar el camino que parece proyectado por la evolución, cooperar es lo inteligente, la única vía. A modo de la Unión europea, proyectos comunes entre países y superpotencias que impidan futuras contiendas se perfilan como uno de los modos de conseguir el objetivo. Proyectos espaciales como la Estación Espacial Internacional, viajes a la Luna y a Marte e instalaciones de bases permanentes, así como otros más ambiciosos, cuyos presupuestos ascienden a cifras astronómicas, se prefiguran como parapetos que ayuden a salvaguardar el enfrentamiento. El deporte es uno de los métodos para infundir espíritu de fraternidad entre las personas. Ha de usarse. Pero, en el fondo, todo depende de la voluntad de los gobiernos, la determinación de los pueblos y el respeto que se instaure entre ellos y entre sus individuos. Que el hombre sea auténtico para que su fuerza revierta limpia en la sociedad.
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Hace 1 año
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