Obama, el candidato virtual (¡
ah, menuda
palabreja!) demócrata a la presidencia de Estados Unidos, no es
John Kerry pero Estados Unidos tampoco es Europa. Por mucho que haya triunfado en su gira por el viejo continente, por mucho que a los europeos se nos antoje como el presidente del cambio, como el “elegido” –muy acertado el contraataque de su rival republicano-, eso no significa que ya sea ganador, lógicamente. Al igual que pasó con
Kerry, cuando los norteamericanos decidieron al margen de los deseos europeos, esta vez ocurrirá ídem de ídem. No significa que
Obama no tenga posibilidades, sino que el fervor de Europa por su candidatura no sólo no le favorece en su país de cara a los comicios de noviembre sino que incluso -y quizás- le puede perjudicar. Es más, me parece que
EUA actuará con indiferencia total hacia las posturas europeas, lo que resulta más doloroso para el otrora jefe de la comunidad internacional. Porque Europa hace mucho que no pinta nada en el panorama internacional. Por otro lado, el imperio no va a dejar de
serlo con
Obama. Leones por corderos. ¿Qué prefieren?
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