sábado, agosto 02, 2008

¿Condenados?

A menudo nos planteamos si la sociedad evoluciona o involuciona, si se aboca a la destrucción o, por el contrario, mejora. En principio, cualquiera en su fuero interno sostiene que la época en la que vive es mejor en casi todos los sentidos a las anteriores: vivimos mejor en el orto del siglo XXI que no a principios de nuestra era. Cuando así se argumenta, hay quienes aducen que pese a los progresos respecto a edades antiguas queda por arreglar mucho de la sociedad: problemas atávicos más nuevos retos.

Guerras ha habido siempre. Cuando vivíamos en cuevas las propias entre tribus, o entre sus miembros, debido a la escasez de recursos, por ejemplo. En el amanecer de las civilizaciones, las luchas se organizaron y sus causas se complicaron de forma aparente, pues no eran más que una versión evolucionada de la escasez de recursos. El número de víctimas aumentó en consonancia al avance tecnológico y demográfico hasta arribar a la devastación que hoy conocemos: 40 millones de muertos en la segunda guerra mundial. No sólo por guerras mueren o se hieren a personas: hambre y enfermedades provocan estragos en los pobres. Las desigualdades entre los países ricos y los pobres pasaron de 1 a 3, antes de la Revolución Industrial, a 1 a 40, en la actualidad, en los casos más graves.

El planteamiento del principio de este texto se torna insostenible. Nos hacen creer que vivimos mejor que nunca, que la seguridad y la justicia de ahora nos protegen a nosotros y nuestras familias como nunca. ¡Qué peligroso habría sido vivir como animales en grutas o haber compartido el suelo con romanos o caballeros del medievo! Ya no me lo creo. El sistema necesita carnaza: trabaja, consume, como hormiga que eres. Vive con miedo.

En tribu, lo teníamos todo ganado. ¿Peleábamos por un trozo de carne? A lo mejor ni eso. Quizás cooperábamos más de lo que algunos creen o nos cuentan. ¿Y si en vez de evolucionar, involucionamos? No hemos hecho otra cosa que agrandar el dolor, el hambre y la muerte, sobre todo, en el último siglo. No es, por tanto, que quede mucho por arreglar, que a cada paso que demos empequeñezcamos un problema o lo eliminemos, no, sino que a cada paso que damos la cagamos, agrandamos los problemas y creamos nuevos.

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