¿Estamos inmersos en una guerra mundial? Los gobiernos del Reino Unido y Estados Unidos así lo han afirmado una y otra vez, sin tapujos, aunque la denominen guerra global contra el terrorismo. Pero quienes más la están sufriendo de momento son los países árabes y los pobres. Ahora, por lo que vemos a diario, los occidentales lo notaremos cada vez más.
Occidente acusa a Al-Qaeda de grupo terrorista, es decir, de organización que siembra el miedo en la sociedad. ¿Cómo denominarán sin embargo a las acciones perpetradas por los ejércitos de los “cruzados”, tal y como Al-Qaeda nos define, las personas de Irak o Afganistán que fueron bombardeadas por dichas fuerzas? Por más que se empeñen los políticos occidentales, lo que muestran como pretextos de los terroristas, para éstos son motivos, y ellos, los dirigentes occidentales, y sus acciones en el campo de batalla terroristas y terrorismo. Y no sólo para los activistas, también para amplios sectores de población de algunos países árabes, que apoyan en un alto porcentaje las actuaciones de Al Qaeda y de los diferentes grupos que operan con su marca.
Además, ambos bandos van a disponer siempre de pretextos o motivos, como los quieran titular, si no se cambia de raíz el enfoque del problema. Si se acabaran las ocupaciones y se derrocaran los gobiernos apostatas, los terroristas continuarían achacando el hambre y las diferencias Norte Sur, por ejemplo, a los países ricos, y éstos seguirían denominándolos pretextos, y apelando al sentimiento de culpa judeo-cristiano para explicar las diatribas que nacen en el seno de nuestras sociedades acomodadas contra las políticas de sus mandatarios.
Si no se da un giro copernicano en los métodos de combate, Europa y Estados Unidos se tendrán que acostumbrar a más atentados y, lo que es peor, a una mayor frecuencia. Bush ya avanzó que la guerra contra el terrorismo sería larga y ocuparía diferentes frentes. Seguramente, cuando pronunció este discurso, no sabía cuán largo y complejo iba a ser el envite. Porque hablamos de décadas. El nuevo terrorismo no va acabar así como así. Y Al Qaeda, en numerosas ocasiones, ya ha dicho que la guerra la tienen ganada. Argumentan en su favor que no tienen miedo a la muerte, cosa cierta, a la vista de los kamikazes, y que el occidental está apegado a lo material, a la vida.
Es aquí en donde debe comenzar la lucha. En el amor a la vida por encima de todo. Pero el reto no es menor. Tratar de explicar a un suicida que cuando muera no le espera un paraíso es lo mismo que intentar convencer a un católico que se rija por los dogmas de Roma que después no hay cielo o infierno. Pero hacer frente a la nueva guerra, que se caracteriza ya por la incertidumbre del cuándo y el dónde, es más complicado. Que se lo digan a Isaac Hamdi, el supuesto terrorista del 21-J detenido en la capital italiana. Según los investigadores, este muchacho quería combatir el odio levantado hacia la comunidad británica en Londres después de los atentados del 7 de julio. Pero no ha declarado ninguna simpatía especial por el Islam. Otro síntoma de la complejidad: uno de los presuntos suicidas del 7-J era jamaicano.
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Hace 1 año
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