La historia es aquello que nos cuentan unas personas sobre el pasado. Nos relatan su punto de vista. Porque la Historia es un conjunto de hechos objetivos imposibles de tomar tal cual, sin subjetivarlos, al igual que sucede con nuestro presente (ahí tenemos como ejemplo la subjetividad de los medios de comunicación). En esta historia, además, no caben la mayoría de acontecimientos, que han jugado un papel clave en la formación del presente y a los que, sin embargo, se les atribuye un papel ínfimo, cuando no superfluo. Si algo hubiéramos modificado de nuestro pasado, por pequeño que fuera, desconocemos qué cambios habría en la actualidad, y si serían como los que ahora consideramos de calado, o bien como los mal llamados superfluos. Digo mal llamados superfluos porque, precisamente, éstos conforman las miríadas de variables no tomadas en consideración que han desembocado en nuestro presente (cada uno el suyo). Para explicar la Historia habría que vivirla de nuevo y para ello necesitaríamos infinidad de eones, pues tendríamos que sentirla desde los ojos de trillones de existencias pasadas. Y aún así…
Nadie puede asegurar que su existencia/paso sea una mota de polvo.
El humano, más que ser, pasa. Nuestras construcciones soportan mejor el paso del tiempo, aunque finalmente acaben pereciendo (sólo genes y especie ganan la partida a nuestras edificaciones físicas o intelectuales). Llegamos a la Historia, agitamos brazos y piernas, gritamos, acusamos, decimos: “¡Pardillos, así no!”. Total, la cagamos, como el que más, y nos marchamos, la nada nos llega a todos. Pese a todo, prefiero pasar como humano a ser pirámide. ¿Seguro?